Celebraciones papales

Celebraciones papales

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Las estaciones cuaresmales se remontan al siglo II. Se les llama así pues en latín statio significa guardia. Se trataba, pues, de reuniones en las que se montaba una guardia espiritual. Este término posteriormente se amplió para denominar a todas reuniones litúrgicas presididas por el papa en las iglesias romanas. Tras la reforma litúrgica, se le denomina estacional a toda Misa solemne que celebra un obispo en su diócesis, que anteriormente eran conocidas como pontificales.

En Roma la Misa estacional era la celebración principal de la diócesis, a la que debían acudir todos los presbíteros y diáconos. Había otras Misas, que se celebraban posteriormente para los fieles que no habían podido acudir en la estación.

Originalmente se celebraban estaciones los lunes, miércoles y viernes de Cuaresma. A partir del papa San Gregorio se añadieron los martes y jueves de este tiempo. Y en tiempos de Carlomagno también se celebraban los sábados, con lo cual en todas las ferias de Cuaresma se llevaba a cabo estaciones. A la Cuaresma se añadieron la Octava de Pascua, las Cuatro Témporas, el Adviento, y las fiestas principales, como las memorias de los mártires romanos, empezando por los santos Pedro y Pablo.

Como el papa no tenía una iglesia propia, la celebración de la estación se rotaba en las distintas parroquias romanas. Cada día tenía asignada una parroquia, a la que se le consideraba la iglesia estacional. Al principio la elección de la iglesia estacional quedaba a discreción del papa. Pero con el tiempo se estableció una iglesia fija para cada día, como quedó patente en los libros litúrgicos. Las iglesias principales eran para los días más importantes. Así, Letrán era la estación de Pascua, y la Basílica Vaticana para Navidad.

El papa salía desde el palacio de Letrán en procesión. Lo precedían los acólitos, luego los siete diáconos de Roma junto a sus subdiáconos, y finalmente el papa a caballo. No se dirigía a la iglesia estacional, sino a una iglesia menor, llamada collecta, en donde se encontraba reunida la asamblea de los fieles. Al llegar, entraba a la sacristía y se revestía con el alba, la tunicela, la dalmática, la casulla, el palio y la mitra.

Ya revestido, subía al altar y saludaba al pueblo. Luego decía “Oremus”. En ese momento el diácono pedía a todos que se arrodillaran (flectamus genua) y tras un momento de oración en silencio, pedía que se incorporaran (levate). Estas mociones y el arrodillarse o han quedado como optativos para la Celebración de la Pasión del Señor, en la oración universal.

Cuando todos se habían puesto de pie, el papa rezaba la oración colecta estacional. Cuando terminaba, el diácono mandaba iniciar la procesión (procedamus in pace, a lo que se respondía In nomine Christi).

Entonces se iniciaba una procesión hacia la iglesia estacional. El subdiácono llevaba la cruz estacional, a la que seguía el hierofante papal. A la usanza imperial, avanzaba un turiferario y siete acólitos con candeleros. El papa caminaba asistido por dos diáconos. Mientras tanto se entonaban himnos penitenciales. Cerca de la iglesia estacional el subdiácono que portaba la cruz iniciaba el canto de las Letanías de los Santos.

La procesión tenía el sentido de indicar que la Cuaresma es un tiempo en el que se camina hacia Dios.

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Llegados a la iglesia estacional, el papa se dirigía al presbiterio y se cantaba el introito de la Misa. Al concluir, omitido el Kyrie porque ya se había cantado en las letanías, el papa decía “Oremus”. Nuevamente el diácono pedía a los fieles arrodillarse por un momento, tras lo cual el papa rezaba la oración colecta de la Misa. Luego la Misa continuaba como de costumbre hasta antes de la comunión.

Los sacerdotes acudían a esta celebración. Y ahí recibían una partícula del pan consagrado por el papa. Este fragmento se llamaba fermentum. Esta partícula la llevan a sus iglesias para añadirla al pan que ellos consagraban o al cáliz. Este es el origen de la partícula que se parte y deposita en el cáliz durante el Cordero de Dios. Con este fermentum se significaba a unión de las demás misas con la estación papal, y era un signo de comunión con el papa.

Como algunos fieles se retiraban de la iglesia antes de la comunión, porque ni iban a comulgar, antes de esto el subdiácono anunciaba en donde se celebraría la siguiente estación.

Tras la oración después de la comunión, el diácono pedía a todos los presentes que inclinaran la cabeza. Entonces el papa rezaba una oración sobre el pueblo. Estas oraciones sobre el pueblo se han reestablecido en la tercera edición del actual Misal. Cada uno de los días de Cuaresma tienen una propia, que es optativa. Luego, el diácono terminaba la celebración con el Ite Missa est.

Si el papa no podía presidir la estación, un acólito le llevaba un algodón mojado en el aceite de las lámparas de la iglesia estacional y le decía: “Hoy ha sido la estación en Santa Sabina, que te saluda”. El papa recibía el algodón y lo conservaba para rellenar su almohada fúnebre.

Las estaciones romanas se suspendieron en 1870, en que los saboyanos tomaron Roma y prohibieron los actos de culto fuera de los templos.

En la actualidad, el papa celebra una estación romana el Miércoles de Ceniza. Se reúnen la asamblea en la iglesia de San Anselmo, y desde ahí parten a la iglesia de Santa Sabina, en donde el papa celebra la Misa.

En los demás días de Cuaresma, y en ocho días de Pascua, se celebran estaciones en las iglesias estacionales que corresponden a cada día. Suelen hacerse dos celebraciones al día: una en la mañana y otra en la tarde. Esta última se procura que sea presidida por el cardenal titular de la iglesia y, de no ser posible, por un obispo.